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Bordar para no olvidar: un gesto desde la UNAL hacia las mujeres del Catatumbo en el 25N

02 de diciembre de 2025

Desde la Universidad Nacional, el Área de Acompañamiento Integral (AAI) decidió sumarse a ese gesto con un lenguaje que ha acompañado luchas feministas, procesos de memoria y expresiones comunitarias en América Latina: el bordado. El Grupo Artístico Desbordando la Nacho —un espacio donde estudiantes transforman hilo y aguja en pensamiento crítico— trabaja desde hace semanas en un gran telar que será enviado al Catatumbo para ser entregado a mujeres cuidadoras en una exposición que reconoce su resistencia y su trabajo invisible.

Cada 25 de noviembre, el mundo recuerda que las violencias contra las mujeres no son hechos aislados, sino una realidad estructural que atraviesa cuerpos, territorios y memorias. En Colombia, esta fecha adquiere un peso particular: según la Unidad para las Víctimas y la Defensoría del Pueblo, regiones como el Catatumbo registran algunos de los índices más altos de violencias basadas en género, producto de décadas de conflicto armado, economías ilegales, presencia de múltiples actores armados y profundas desigualdades históricas. En medio de esa crisis humanitaria, donde miles de mujeres sostienen la vida y los territorios, este año las entidades territoriales del país realizarán en Cúcuta una acción simbólica para honrarlas, escucharlas y amplificar sus voces.

Desde la Universidad Nacional, el Área de Acompañamiento Integral (AAI) decidió sumarse a ese gesto con un lenguaje que ha acompañado luchas feministas, procesos de memoria y expresiones comunitarias en América Latina: el bordado. El Grupo Artístico Desbordando la Nacho —un espacio donde estudiantes transforman hilo y aguja en pensamiento crítico— trabaja desde hace semanas en un gran telar que será enviado al Catatumbo para ser entregado a mujeres cuidadoras en una exposición que reconoce su resistencia y su trabajo invisible.

El taller, que huele a hilo, tela y conversación pausada, reúne a estudiantes que llegan buscando un respiro del ritmo académico, pero encuentran algo más profundo. Juliet, de sociología, lo dice sin rodeos: “Elegí quedarme porque fue una alternativa para parar. Dejar de correr. Bordar es tratar las cosas con delicadeza y paciencia, ver la vida desde la calma.”

Para ella, este ejercicio artístico no es un escape, sino un lugar desde donde volver a sentir, pensar y existir sin la exigencia de la productividad constante: “Este espacio te ayuda a ser más persona. A dejar de pensar que solo vales por tu rendimiento.”

Nicole, estudiante de física, encontró en el bordado una forma de romper la rigidez que muchas veces imponen las ciencias exactas: “Aquí he aprendido a pensar distinto, sin pretensiones. Es un espacio para liberarte de lo que implica estudiar en esta universidad.”

Pero al hablar del 25N, su voz se vuelve más firme: “Siento mucha responsabilidad. Las mujeres del Catatumbo luchan muy duro. Esto es una manera de decirles que todas estamos peleando contra lo mismo, que no están solas.” Tejer, para ella, es también reconocer una genealogía: “Mi mamá me enseñó a usar un hilo, y seguramente ella lo aprendió de mi abuela. Es como si a través del tiempo todas las mujeres conectáramos con la aguja.”

Gabriela, estudiante de enfermería, borda puntadas pequeñas mientras reflexiona: “Pasar hilo no es solo manualidad. Es construcción del pensamiento.”

En su voz aparece algo que se repite entre quienes participan: el bordado como un acto que desafía el estereotipo de fragilidad. “Dicen que es delicado, femenino… pero de ahí viene un poder. Crear algo preciso, algo nuestro. Eso también es resistencia.” Cuando piensa en que el telar viajará al Catatumbo, su mirada se suaviza: “Acá vivimos otra realidad. Bordar sus historias hace que todo sea más mágico. Es compartir desde otras perspectivas, reconocer que hay dolores que nos atraviesan de forma distinta, pero que igual nos convocan.”

El profesor acompañante, quien ha tejido junto al grupo la propuesta estética y política de Desbordando la Nacho, recuerda que este espacio nació de un vacío y una necesidad: “La División de Cultura no tenía un lugar para los oficios artesanales. Creamos este grupo para darle continuidad a los activismos textiles, a las memorias de las fibras, a esas historias milenarias que pasan de mano en mano.”

La idea de unir memoria, bordado y fotografía no es casual: es una práctica que ha acompañado procesos de verdad, resistencia y duelo en múltiples territorios del país.

Por eso este telar, que pronto viajará desde la ciudad hasta la frontera, no es solo un objeto. Es una carta abierta, un abrazo tejido, un puente simbólico entre mujeres que viven realidades distintas pero enfrentan violencias que tienen un mismo origen patriarcal. Cada puntada es un gesto político que reconoce la valentía de quienes sostienen la vida en el Catatumbo a pesar del miedo, la ausencia estatal o la amenaza constante.

En un país donde la violencia contra las mujeres parece normalizada, este gesto universitario recuerda que la solidaridad también se borda: hilo a hilo, memoria a memoria, cuerpo a cuerpo. Que acompañar es una forma de cuidado colectivo. Y que, en el 25N, cuando el mundo vuelve a gritar “¡Ni una menos!”, desde la UNAL también se puede decir, con aguja en mano: estamos con ustedes, no están solas.

 

 

Redactó: Carolina Crosby Jiménez.

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