Todos los viernes hacia las 6:00 de la tarde, desde hace 13 meses, mientras en muchos edificios y lugares de la Universidad las actividades terminan, en Agronomía el sonido de trompetas y timbales produce un efecto de Flauta de Hamelin que atrae a cientos de jóvenes y adultos a un excepcional encuentro con la Salsa.

Para quienes no conocen el espacio, la curiosidad los invita a desplazarse hacia la entrada de esta Facultad que cada ocho días recibe un desfile de aprendices deseosos de desentrañar el mundo de este baile de exigentes movimientos.

La música se enciende, como anuncio de que la hora cero ha llegado, mientras los participantes pasan por un sencillo proceso de inscripción.

Uno a uno se van ubicando en el escenario a la expectativa de recibir las instrucciones de Olga Lucía Ceballos quien con su carisma y experiencia le da un toque fraternal al encuentro.

Como si se conocieran de mucho tiempo, los asistentes dejan de lado la timidez para dar paso al instinto y dejarse conectar por las enseñanzas de la maestra.

Algunos reconocen que saben muy poco de baile y ven en esta propuesta la mejor oportunidad para soltar el cuerpo, aprender algunos pasos básicos, hacer amigos y entretenerse.

Bajo el esquema de la rumba sana y con sentidas campañas sobre el no consumo de alcohol, la agenda de Salsunal inicia con un calentamiento básico que permite, como su nombre lo indica, entrar en calor y ponerse a tono con la clase.

Con una coreografía básica la ‘profe’, como la llaman cariñosamente sus alumnos, introduce durante unos 30 minutos a los asistentes en los pasos básicos de ritmos como el Son y el Cha Cha Chá, y luego de un breve descanso, la rumba retorna al lugar pero ahora invitando a gozar en parejas.

Durante dos horas se olvidan las diferencias de edad, el parcial perdido o los trabajos pendientes, con una inyección de sabor, la luna como testigo y sin importar el inclemente frio nocturno o las infaltables lluvias de abril, hombres y mujeres se dejan contagiar por el movimiento.

Ese es el caso de Harver de 20 años, quien le sigue la pista desde el mismo momento en que ingresó a primer semestre. “Este espacio es de lo mejor, porque me ayuda a vencer la timidez y aprender nuevos pasos para bailar” asegura el joven, quien actualmente cursa segundo semestre de la carrera de Agronomía.

Opinión que comparte Johanna Godoy estudiante de octavo semestre de Psicología y visitante espontánea del lugar, quien añade que “es un plan innovador para pasar la tarde de los viernes”.

Un proyecto que camina solo

La iniciativa arrancó en marzo de 2012 bajo el marco del proyecto Campus Amable y ante la necesidad de contar con espacios de sana diversión, que además se tomaran diferentes rincones de la Universidad.

Fue así como nació la experiencia por la cual pasaron en 2012 alrededor de 500 personas y en lo que va corrido de 2013 más de 200 participantes con tan sólo dos encuentros.

“Los muchachos siempre buscan planes para hacer viernes cultural y ante la escasez de recursos de muchos de ellos no saben hacia dónde dirigirse, son pocas las opciones con las que cuentan”, afirma Gloria Alicia Rodríguez, líder del Área de Cultura de Bienestar, quien buscando posibilidades para dar respuesta a esta sentida necesidad de la comunidad universitaria, creó la propuesta.

“Hay algo que he observado y es que en especial los hombres, se sienten tranquilos y desprevenidos porque nadie los está juzgando y se ponen a bailar, como todos están aprendiendo, se convierte en una clase donde se divierten, y practican, en dos horas deliciosas gozándose la jornada” agrega.

Así que, si su interés es aprender algunos pasos de salsa, pasar un rato agradable o simplemente salir de la rutina semanal, en Salsunal además de encontrar todo ello tendrá la oportunidad de conocer la cara amable de la Universidad de los hábitos saludables y la diversidad.