Combinando tecnologías de punta y conocimientos ancestrales, un puñado de jóvenes de la Universidad Nacional está sembrando el interés por la agricultura urbana. Y qué mejor que ellos, que leyendo las limitaciones propias de su tiempo proponen soluciones pertinentes para hacer frente a las restricciones de espacio en las ciudades y al riesgo que implica, que cada vez menos gente quiere trabajar en el campo.
No ha sido fácil, pero la previsión de una situación de “vacas flacas” en el autosostenimiento alimentario de las ciudades ha movido al colectivo “A”hui Aniata Yu’eme (en lengua Tarahumara de México significa Germinando a los que mueven el mundo) conformado por ocho estudiantes de las Facultades de Agronomía y Ciencias a ir a comunidades y colegios para enseñar técnicas de cultivo acordes con el espacio disponible en terrazas, ventanas o jardines.
Una de las experiencias de mayor impacto es la huerta “Bachué” en la Corporación de Residencias Universitarias (CRU), donde viven 250 estudiantes universitarios, en su mayoría de precarias condiciones socioeconómicas y provenientes de provincia. Con el apoyo del Jardín Botánico de Bogotá, más que un sembradío de varios alimentos, “lo que creamos fue una unidad integral comunitaria de agricultura urbana (Uicau), es decir un proyecto sólido a largo plazo que permita tener una opción de seguridad alimentaria a los residentes de la CRU”, explica María Paula Vergara, miembro del colectivo.
Así, todos los sábados de marzo, de 8:00 de la mañana a 12:00 del día, la Escuela de Formación Agroecológica “A”hui Aniata Yu’eme reúne a sus cerca de 40 alumnos para enseñarles no sólo sobre manejo de los residuos para compostaje, establecimiento de semilleros, producción de biofertilizantes a partir de microorganismos, manejo de plagas y enfermedades y particularidades de cada ecosistema, sino especialmente para sembrar conciencia sobre una forma limpia y sostenible de producir alimentos en la ciudad.
“Este proceso ha sido de mucha perseverancia y paciencia porque tenemos como objetivo que la huerta Bachué sea un espacio para convivir, teniendo sobre todo mucha organización en el espacio y en las responsabilidades asignadas, de tal manera que también desarrollemos competencias en torno al trabajo en equipo y la planeación”, señala María Paula.

Hacia la soberanía alimentaria
Paralelo a la difusión de estas “nuevas” formas de sostenimiento alimentario, el grupo “A”hui Aniata Yu’eme reflexiona sobre el modelo dominante de producción agrícola. Es claro que en la actualidad la mayor concentración de población está en las ciudades, donde la idea de desarrollo se sustenta en la construcción de edificios, puentes y avenidas.
A cambio, al entenderse la agricultura como una industria antes que como una necesidad profundamente humana y vital, la producción de alimento está en manos de grandes multinacionales que controlan lo que comemos. Bien es sabido que estas compañías reemplazan productos tradicionales de la dieta latina, como los tubérculos, por alimentos envasados que limitan la oferta nutricional a la que se publicita en los medios de comunicación.
En ese contexto, para estos ocho estudiantes de la Universidad que integran la escuela de formación agroecológica es urgente rescatar alimentos propios, y lo hacen con la creación de un banco de semillas y la dispersión de estas especies entre agricultores rurales y, ahora, urbanos.”Nuestro interés es recuperar la soberanía alimentaria: dieta basada en semillas de nuestra región, cultivadas en nuestra tierra y por nosotros mismos”.

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