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UNa apuesta por las nuevas masculinidades

23 de marzo de 2018

Y respecto a los hombres universitarios ¿para qué la equidad de género? Esta pregunta ha cobrado vigencia en el último decenio. Las reflexiones sobre el servicio militar obligatorio, la disidencia y diversidad sexual, el acceso y permanencia en la educación superior, las nuevas masculinidades, entre otras, han despertado interés en los estudios feministas, de género y sexualidad. Como grupo de trabajo consideramos fundamental abordar esta discusión, entendiendo que es la mismísima Mara Viveros (Profesora de la Facultad de Ciencias Humanas de nuestra universidad) una de las teóricas más importantes del mundo en abordar estas discusiones.

La violencia de género, el machismo y el patriarcado y su análisis han sido prioritariamente sobre las mujeres, lo cual responde a una realidad histórica que las ubica como el grupo mayoritariamente víctima en estas materias; sin embargo, eso no implica desconocer que los hombres también viven distintos tipos de violencias, son presionados a llevar conductas obligatorias en nuestro sistema cultural y también son sujetos políticos que deben replantearse las imposiciones sobre las formas de ser.

En el ámbito de la educación superior, como grupo de trabajo, nos preocupa que a pesar de que la proporción de ingreso entre hombres y mujeres es de 6 a 4, la culminación de dichos estudios es aproximadamente de 3 a 3, lo que implica que son los hombres quienes más desertan de la educación superior. También nos inquieta que,  aunque en los pasillos hablamos de violaciones y situaciones de acoso en hombres, no se ven reflejadas en los reportes ¿nos da miedo hablar de ello por temor a estropear toda la construcción de nuestra masculinidad? Puede ser una hipótesis.

Es importante también cuestionar el rol como “victimarios natos”. Está tan naturalizada la conducta violenta de los hombres que, a veces pareciera que la cultura misma lo exige para poder ser denominados “hombres”. De la misma manera, son las construcciones sociales los cimientos de la presión que carga aquel que en sus últimos semestres no ha tenido relaciones sexuales y es percibido como menos hombre. No obstante, no desconocemos que las mujeres son víctimas predilectas de la violencia de género, del machismo y el patriarcado y que los hombres se encuentran en una posición de privilegio respecto a las mujeres: por ejemplo, si un hombre sale a las 11:00pm del campus hacia su casa, no le preocupa que lo violen, cosa que en los cuerpos de las mujeres sí es una constante preocupación.

Entendiendo esto queremos cuestionar las fiestas universitarias, espacios en los que se asume que el hombre está dispuesto a tener relaciones sexuales y que ese es su principal objetivo al asistir a estos espacios, donde de no acceder o buscarlas se le agrede cuestionando el vigor de su masculinidad; y es allí donde está el problema, al parecer produce terror que se ponga en tela de juicio la masculinidad. ¿Cuántas veces han sentido, aunque sea de manera ocasional, atracción por otro hombre y no se ha expresado por miedo a la carga social que eso conlleva? Incluso, nos preguntamos ¿qué ha pasado con los casos de acoso, por ejemplo el espionaje en el baño de hombres de derecho, o los casos de violación perpetrados por otros estudiantes hombres? Estas cuestiones develan que en la universidad sí sucede algo y es que los hombres no solo son victimarios, con sus justas proporciones, también son víctimas del sistema machista, hetero normativo y patriarcal.

El machismo y el patriarcado necesitan de un sistema cultural que los soporte, necesitan de la asignación de roles de género, necesitan que los hombres usen sus propias cadenas para dominar, que seamos violentos y fuertes, que tomemos siempre la iniciativa para coquetear, y que en esas reglas de coqueteo se les tilde de mil formas despectivas. Nuevamente aclaramos que no estamos justificando la conducta violenta típica de la masculinidad, pero si planteamos la necesidad de construir masculinidades no violentas, especialmente en la universidad, territorio que no está exento de estas situaciones.

Para concluir, consideramos que el terreno en relación con los hombres ha sido poco abonado: primero, por la reticencia a cuestionarse los privilegios frente a las mujeres; segundo, porque produce miedo a renunciar a la frágil estructura de la masculinidad (basta con llevar un objeto femenino en el atuendo para advertir un sujeto menos masculino); tercero, porque como hombres no hay un empoderamiento, como sí lo han hecho las mujeres, de criticar todos los roles obligatorios que deben asumir en la sociedad; cuarto, porque no se ha entendido que no es tarea exclusivamente de las feministas pensar en ese sujeto nuevo que, para materializar la equidad de género, debemos construir. Entonces es más que pertinente responder que la equidad de género es un asunto que nos toca a todos/as porque en nuestro sistema social es a todos/as a quienes nos está afectando, y que los estudiantes de la Universidad Nacional, como baluarte del saber del país, tenemos la tarea de levantarnos contra el machismo, construir lazos con las mujeres para superar las violencias que a ellas aquejan, y finalmente cuestionar lo que entendemos como “cosas de hombres” porque no nos está permitiendo ser libres. De modo que ¿para qué la equidad de género? Para poder ser auténticamente libres, tener un libre desarrollo de la personalidad y entender que sin plena libertad sexual, no gozaremos de libertad política en un país que mira hacia la paz.

 

Grupo de Estudios Mara Víveros

 

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