“No callar ante actos de violencia y denunciar cualquier muestra de abuso que atente contra la integridad de las personas” es el imperativo que usa la periodista y subeditora del periódico El Tiempo, Jineth Bedoya Lima, invitada al lanzamiento del Protocolo para la prevención y atención de casos de violencia basadas en género.
En Plural: ¿Qué tan frecuente se trata la temática de la violencia de género en un espacio universitario?
Jineth Bedoya: Hablar del acoso y la violencia sexual al interior de la universidad es más que necesario. Yo creo que durante muchas décadas callamos lo que pasaba en los escenarios académicos. Creemos que la violencia sólo está afuera o en ciertos espacios sociales y no nos damos cuenta que muchos estudiantes han tenido que atravesar por situaciones muy difíciles y que nunca denuncian por temor. Por eso aplaudo este paso que da Universidad Nacional de Colombia en tener un protocolo que nos permite conocer y reaccionar ante un acoso, una violencia sexual y especialmente, contar con una respuesta efectiva.
E.P.: ¿Cree usted que las universidades, más allá de la academia, se preocupan por prevenir las violencias de género?
J.B.: Yo creo que en los últimos tres años las universidades han tenido que tomar conciencia sobre el tema de violencia y violencia sexual específicamente, contra comunidad LGBTI y contra sus alumnas mujeres. Hemos conocido casos dramáticos y que han salido a la luz pública. En ese sentido, he podido compartir con colectivos de género de algunas universidades como la Javeriana y Externado.
También he hablado con algunas chicas de la Universidad de la Sabana, que mencionan que el tema allí es restringido, tal vez por la ideología de la Institución. Mi sensación después de compartir con ellas es que todavía falta mucho compromiso por parte de las directivas de las universidades para que el tema sea abordado y se trabaje en la parte resolutiva. Son muy pocas las universidades que cuentan con un observatorio de género, yo diría que solamente cuatro a nivel nacional y eso obviamente, incide en que los temas no sean tratados.
E.P.: ¿Qué opina del protocolo que acaba de lanzar la Universidad Nacional de Colombia para prevenir y atender la violencia de género?
J.B.: Cuando en un país como Colombia hay problemas tan graves como la violencia de género y la violencia sexual, alguien tiene que dar el primer paso. Voy a decir algo odioso, pero me siento orgullosa de ser la primera mujer que habló públicamente de la violencia sexual, fui víctima de violación, pero creo que eso abrió la posibilidad de que más mujeres hablaran y creo que la Universidad Nacional de Colombia está desplegando esa posibilidad y de verdad les felicito. Desde la academia, independientemente de lo público o de lo privado, se debe estudiar el tema y manejar una línea de acción frente a una problemática tan compleja y tan difícil, como es el acoso sexual y la violencia sexual.
E.P.: Cómo ha reaccionado el Estado frente a la problemática de la violencia sexual contra las mujeres en Colombia?
J.B.: El Estado colombiano se ha quedado corto en la atención de la violencia sexual en nuestro país. cuando destapamos esa olla de la violencia sexual, en el marco del conflicto armado, al gobierno le tocó asumirlo por la presión de la Comunidad Internacional. Nos tocó recurrir al Parlamento Europeo y Británico y a la Casa Blanca para que supieran que en Colombia se estaban violando a las mujeres, particularmente, en el marco del conflicto armado. Esa fue la única forma para que el Estado asumiera la responsabilidad. Ahora, de cara a la violencia sexual que no está enmarcada en el conflicto armado, nos falta muchísimo. La víctima es la que asume toda la carga y se sigue deslegitimando el reclamo y la denuncia, porque no cuenta con una ruta de atención efectiva que le pueda ofrecer garantías.
E.P.: ¿Qué le dice a los estudiantes de la U.N. y en general a todos los estudiantes universitarios que viven el acoso sexual?
J.B.: En septiembre de 2009 yo decidí publicar mi caso, le conté al mundo que Jineth Bedoya, la periodista que cubría la guerra, había sido violada por tres hombres y ultrajada de la peor manera. Hoy, puedo hablar tranquilamente porque ya no me pesa tanto.
Hablar, de alguna manera me liberó, pese a que mi caso aún se encuentra en la completa impunidad. También me dio la posibilidad de entender que yo no era la única y que a mi lado habían centenares de mujeres que habían pasado por lo mismo o tal vez por cosas peores y esa es la invitación que le hago a los chicos y chicas de la Universidad: “No es hora de callar” .
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