, Abril 19 de 2012.
'Dar es dar'
Seis organizaciones pusieron en la agenda universitaria el tema del
voluntariado, atendiendo a la invitación de la Capellanía de la
Universidad Nacional de participar en la Primera Feria del Voluntariado.
En plural conversó con el Padre Manuel Jiménez, Capellán de la Sede
Bogotá, quien examina el papel de este deber ciudadano a la luz de un
país con los mayores índices de desigualdad en el mundo.
Usted concibe el voluntariado como una acción de dar sin retribución alguna. ¿Si es posible este tipo de práctica hoy en día?
Si es posible. El fin último del voluntariado es trabajar por una cultura de paz, una sociedad solidaria, justa, equitativa. Para mí la cultura del voluntariado significa que al interactuar con la gente que sufre, me lleve a cuestionarme frente a mi profesión, a mi familia, al manejo del dinero, frente a la sociedad misma. Yo puedo hacer mucho voluntariado y seguir pensando a la sociedad igual, como por ejemplo que los pobres merecen su suerte porque no hacen esfuerzos. La cultura del voluntariado implica que la experiencia me cambie. Más allá del hecho de conocer un sitio determinado, debe llevarme a poner en tela de juicio la sociedad y pensarla diferente.
El año pasado usted asistió a un encuentro Juvenil de voluntariado. ¿Cuáles fueron las miradas que confluyeron allí?
El evento, aunque contó con la participación de jóvenes voluntarios, mostraba desde mi perspectiva, más que la realidad del voluntariado, un panorama sobre el emprendimiento social en el que se dan unas asistencias a las poblaciones vulnerables para que monten microempresas, de modo que si se les otorgan esas ayudas y el negocio no prospera, es culpa de ellos. Así se les devuelve la responsabilidad estructural de injusticia: si usted no pudo salir de la pobreza es culpa suya porque no fue capaz, porque le dimos todo para que fuera emprendedor y se quebró. Para mí el evento manejó una lógica un poco extraña, pues no puso en cuestión esa estructura social injusta sino que trasladó al pobre la responsabilidad de su condición. Al encuentro asistió gente con muy buenas intenciones, con deseos de transformar el país, pero me produjo esa incomodidad intelectual y espiritual.
Colombia es el tercer país con mayor desigualdad en el mundo. ¿El voluntariado sería una opción para contribuir a subsanarla?
Hay una dificultad grande y es dar como un hecho natural. Algunos tienen la posibilidad de adquirir, adquirir y adquirir, hasta cosas innecesarias para generar basura, y otros que la sociedad les crea necesidades que nunca van a poder satisfacer. La sociedad de consumo también tiene que repensarse mucho. Por ejemplo muchos niños piensan que el dinero es fácil de conseguir, que basta con ir a un cajero y la plata sale como por arte de magia. Hay que enseñarles que el dinero es también producto del trabajo honesto de la vida de las personas. La educación es clave porque en esta época todo se vuelve desechable, hasta los seres humanos.
Por otra parte, el servicio voluntario requiere crecer más en generosidad. Sería interesante que los padres de familia promovieran desde pequeños en sus hijos el servicio voluntario, lo que construiría en ellos una concepción de mundo distinta a la que se forma hoy en día.
¿Pero, cómo formar a los niños en generosidad?
Hoy día partimos de la desconfianza, el extraño, el extranjero, el que vive en otro lugar, es de otra clase social o raza, y en especial a los niños se les previene frente al que es distinto. Ese ejercicio de desconfianza educa a la gente para generar barreras con las personas. Es importante entender la diferencia como posibilidad para acercarnos. Hay que reconocer que nuestra ciudad tiene inseguridades, pero sería bueno empezar a cambiar esa situación de desconfianza, a ver y entender la necesidad de otros seres humanos, donde éstos dejen de ser a cifra más.
¿Este panorama significa que no hay conciencia sobre los otros?
Si, tal cual. Hoy día la sociedad vive de afán, no se tiene tiempo para lo importante: la gente, la familia. El ser humano se ha vuelto anónimo e individualista, antes había más espacios de socialización y encuentro, incluso de diferentes clases sociales. La humanidad cada vez es más clasista y más elitista y eso no nos lo cuestionamos, lo vemos tan natural. ¿Quién se pregunta por qué tiene que ser así? Nadie, todos de alguna manera lo aceptamos.
¿Muchas organizaciones comparten sus excedentes con los menos favorecidos, no cree que es una fórmula apropiada?
Pero esto no tiene nada que ver con el voluntariado porque este nace de la persona, más que de una organización. Muchas empresas lo harán, sin entrar a juzgar, con intereses altruistas y otras con el fin de ser exentos de impuestos. Ahí lo importante es que las personas que reciben estas ayudas no caigan en el paternalismo y en el querer que todo se lo den y obtener las cosas por la vía fácil.
¿Cuál es el panorama del voluntariado en Colombia?
Es un panorama en crecimiento. Hace falta mayor promoción entre los jóvenes porque pienso que están en edad de dar. También hace falta desligarlo de la religión y de las iglesias e impulsarlo como un deber de ciudadanos.
Hay muchas personas que piensan que las acciones voluntarias son asistenciales, de caridad y mantienen el paternalismo; que no convocan a la gente en sus ideas propias. Pero en su filosofía, el voluntariado no busca eso. El voluntariado implica una cultura y es poner en cuestión a la sociedad como está estructurada. Una persona puede vivir una experiencia de voluntariado gratificante, pero si en sus opciones de vida, económicas incluso, sigue generando inequidad, pues la experiencia no transformo su vida y se convierte en una vivencia más.