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Capilla Cristo Maestro UN, Mayo 08 de 2013.

La odisea de vivir en medio de un conflicto armado

En una guerra que no repara en atrocidades, existen cientos de comunidades indígenas, afro y campesinas, que se han visto obligadas a sobrevivir en el foco de un conflicto que no les pertenece. Wilson García, líder de la Comunidad indígena Nonam e invitado al ciclo de conferencias lideradas por la Capellanía de la UN sobre teología y política, narra para En Plural el drama que viven desde el día que las armas llegaron a su territorio.

E.P.: ¿De dónde procede la comunidad Nonam?

W.G.: Somos indígenas originarios del Pacífico. El resguardo es nativo del rio Calima y hace parte del municipio de Buenaventura. Está conformado por 36 familias con 157 habitantes.

E.P.: ¿Cómo era la vida en el resguardo?

W.G.: Anteriormente vivíamos muy bien, en armonía con la naturaleza. Nosotros éramos alegres, no sabíamos qué eran los grupos armados. Íbamos a la pesca tranquilamente, nuestros padres y nuestros abuelos trabajaban la agricultura de cultivos de pancoger. Manejábamos las plantas medicinales y nuestros niños podían correr y jugar por el territorio sin miedo a nada. Practicábamos diferentes bailes y contábamos con un cabildo indígena.

E.P.: ¿Cuándo llegó el conflicto armado a su territorio?

W.G.: En el 2004 empezaron a llegar grupos armados, nos pusieron horas para poder salir de pesca y a sembrar nuestros cultivos. Luego empezó el desplazamiento de un grupo de nosotros hacia el casco urbano de Buenaventura.

El gobierno local no los reconoció como víctimas, no los apoyó y a partir de ahí hubo muchos asesinatos en nuestra comunidad. Ellos regresaron al resguardo pero las amenazas continuaron. La situación se agudizó y en 2010 nos desplazamos nuevamente con niños, mujeres embarazadas y ancianos.

E.P.: ¿Cómo fue esta experiencia fuera de su hogar?

W.G.: Durante 13 meses en Buenaventura estuvimos clamando apoyo al gobierno local, pero nuestras voces jamás fueron escuchadas, nos decían que andábamos solamente de paseo. Vivimos más de un año sin agua, sin vivienda y sin un lugar digno para vivir. La ciudad nos quitaba nuestra libertad, el casco urbano es muy diferente, y eso fue muy triste.

Algunas personas ya habían perdido sus prácticas culturales, hay que estar pendiente de los carros, de los compañeros, en cambio, en su territorio uno se siente libre. Trece meses son trece meses. Hubo una pérdida de aprendizaje de nosotros mismos y en el campo espiritual también una perdida grave.

Cuando nuestros médicos querían curar a los enfermos no tenían de dónde coger las plantas para hacerlo, se fueron perdiendo esas costumbres. Ahora estamos trabajando en la recuperación de nuestra cultura. En 2011 entablamos una demanda contra el Estado y decidimos arriesgarnos para retornar a nuestra tierra, a la que encontramos totalmente abandonada y llena de maleza.

Por gestión de la Comisión Interamericana de Derechos, la comunidad quedó protegida bajo el nombre de resguardo humanitario, es decir, que sólo puede ingresar allí la población civil. Aún así en la actualidad seguimos sintiendo miedo. Tenemos dos líderes amenazados.

E.P.: ¿Cómo se vive en medio del conflicto?

W.G.: El conflicto armado está en todos los rincones de Colombia, y todos vivimos en medio de él. En primer lugar, hemos tenido que implementar una estrategia más que para vivir para sobrevivir, defendiendo nuestro territorio, y defendiendo la vida de las personas que pertenecen a la comunidad Nonam.

Sí, sabemos que estamos amenazados y estamos trabajando dentro de la comunidad, concientizando a los niños, a los jóvenes, para que no jueguen fuera del resguardo, diciéndoles a los adultos que no vayan muy lejos del resguardo a trabajar y menguamos la amenaza. No vivimos pensando en que nos van a venir a matar pero si ese día llega nada podremos hacer.

Contamos con bastón de mando para nuestra defensa y la del territorio, pero no es como el arma de fuego, ésta abarca una instancia y el bastón de mando no tiene esa capacidad. Deseamos a diario que los grupos armados bajen sus armas y se entreguen. Añoramos vivir como lo hacíamos anteriormente.

E.P.: ¿Cómo definiría el concepto de paz?

W.G.: Nos suena como una palabra sin sentido. En este momento se está levantando más la grosería, la violencia y el irrespeto de los derechos. Todos los grupos que están en el conflicto viven atemorizándonos, ese no es un verdadero estado de paz porque en nombre de ella nos siguen amenazando y envían un mensaje totalmente contrario.

Para nosotros implica que se haga un acuerdo verdadero y sin límite. El gobierno habla que solamente la guerrilla baje el arma y no se mencionan otras organizaciones violentas. ¿Cómo hablar de paz, si no nos garantizan la educación, la salud, nuestro territorio? Sí queremos que finalice esta guerra, pero que realmente lleve a acuerdos constructivos y verdaderos.

E.P.: ¿Cómo ven el proceso de paz, qué le hace falta?

W.G.: En este momento sólo hay dos actores negociando. Para construir la paz en buena condición, es necesario se vinculen colombianos de las regiones y los líderes de las comunidades. Que se busque un solo punto de dialogo y que sea en Bogotá, en el marco de un congreso donde participen las comunidades indígenas, afro, campesinas, para que exista un buen argumento. Que realmente sea incluyente.

E.P.: ¿Cómo se haría justicia para tantas víctimas?

W.G.: Queremos que haya justicia y verdad, que se castigue a las personas que hicieron daño, que se investigue por ejemplo, quién nos envió ese grupo a nuestro resguardo que nos desplazó y mató a muchos indígenas. Nosotros tenemos miedo porque escuchamos en los noticieros que cuando uno se pone a investigar corre el riesgo de ser asesinado más rápido.

E.P. ¿La comunidad indígena Nonam siente el respaldo del Estado para buscar justicia, verdad, y reparación?

W.G.: Actualmente no tenemos ningún tipo de acompañamiento del Estado y estamos solicitando apoyo para el retorno digno y el gobierno no nos ha dado respuesta. Solicitamos la verificación antes de regresar a nuestro territorio pero las únicas que nos han respaldado y orientado son organizaciones nacionales no gubernamentales y otras internacionales. El Estado nos dio la espalda.

E.P.: ¿Cómo reparar el daño hecho?

W.G.: Con el respeto por nuestros derechos, que seamos vistos como iguales. El Estado desconoce por ejemplo, nuestro derecho a la tierra y otros tantos derechos esenciales para poder retornar a una vida tranquila. Ojalá haya paz para que Colombia cambie de cara y deje de ser un país tan desigual. Aunque aún falta mucho.

Yo envío un mensaje a todos los rincones de Colombia, a los compañeros afro, a mis hermanos indígenas, que nos unamos para que realmente algún día podamos estar en nuestros territorios libremente. Que nuestros niños puedan disfrutar su infancia, tener una vida y un futuro.

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